En Familia

Queridas familias:

El mes pasado reflexionábamos juntos sobre cómo ser cuidadosos administradores de los dones de Dios en nuestra familia viviendo en constante acción de gracias. Una acción de gracias que se hace posible en la medida en que dejamos de adueñarnos de estos dones y practicamos el ofrecimiento: nuestros hijos son don de Dios y su vocación también lo es. Pero ¿cómo entenderán ellos este ofrecimiento?, ¿no se sentirán “poco amados”?, ¿no pensarán que nos despreocupamos o que queremos “desprendernos” de ellos? Quizá la mejor respuesta pueda dárnosla una joven que tuvo esta misma experiencia de ser cuidada (ella y su vocación) como don divino y no como posesión: “Dios me dio un padre y una madre más dignos del cielo que de la tierra. Pidieron al Señor que les diese muchos hijos y que los tomara para sí. Su deseo fue escuchado: cuatro angelitos volaron al cielo, y las 5 hijas que quedaron en la arena tomaron por esposo a Jesús. Mi padre, como un nuevo Abraham, subió por tres veces, con un valor heroico, la montaña del Carmelo para inmolar a Dios lo que tenía de más querido”. (Santa Teresa de Lisieux, en una carta al su hermano espiritual, el abate Mauricio Bellière, del 26 de julio de 1897) En efecto, santa Teresita agradece y ensalza la santidad de sus padres en la ofrenda que ellos hacen de sus hijos, además de experimentar el gozo de poder responder al Señor en libertad. ¡Es feliz porque sabe que es un don!

Pero ¿cómo hago para que mis hijos sepan que son un don? ¿Cómo puedo ofrecerlos a Dios? ¿Hasta dónde tiene que llegar ese ofrecimiento? 

Ofrecimiento ritual

Gran parte de esta labor tal vez esté ya hecha. Seguramente habéis ofrecido vuestros hijos a Dios en múltiples ocasiones, incluso antes de nacer: el día de su bautismo, consagrándolos a la Virgen, recitando alguna oración… Este es el inicio de todo ofrecimiento. Así comenzó también la Sagrada Familia de Nazaret. Nosotros hemos querido llamarlo “ofrecimiento ritual”; sin el cual, nunca será posible el ofrecimiento real. 

Si miramos a José y María, su ofrecimiento ritual se describe en Lc 2, 22-24. Los protagonistas son ellos mismos, los padres, en perfecta sintonía con la voluntad de Dios manifestada en la ley de Moisés. Jesús solo tiene cuarenta días; ni habla, ni anda, ni decide; pero sí se muestra con claridad su identidad y cuál es el plan de Dios –“luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel” (v. 32)-, aunque para los padres aún esté oculto. Los padres de Jesús lo reconocen don de Dios y por eso lo ofrecen. El ritual que viene descrito en el evangelio constaba de dos partes: la purificación de la madre mediante la ofrenda de un par de tórtolas o dos pichones (cfr. Lv 12, 2-8) y el rescate del primogénito mediante la entrega de 5 siclos de plata (cfr. Nm18,16). Sin embargo, la identidad de Jesús sale a la luz en un detalle: Jesús no es rescatado porque es el primogénito de Dios. Solo así se entiende el silencio de san Lucas con respecto a la segunda parte del ritual. Al concluir este ofrecimiento ritual, regresan a casa (Lc 2, 39-40) donde Jesús “iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”.

En la propia vida de los padres de Santa Teresita encontramos un ejemplo similar. Así se entiende a leer las palabras de Celia, la madre, que escribe a su hermano y a su cuñada relatándoles la muerte de su hija Elena: “Yo no me esperaba ese brusco desenlace, y mi marido tampoco. Cuando volvió y vio a su pobre hijita muerta, se echó a llorar exclamando: «¡Mi Elenita, mi Elenita!» Luego, la ofrecimos juntos a Dios”. (Carta de Santa Celia a su hermano y su cuñada. 24 de febrero de 1870)

Ofrecimiento real 

El ofrecimiento ritual, sin embargo, es solo el comienzo. Es una manifestación externa del deseo interior de cuidar a los hijos y su vocación como don de Dios. Pero si esta ofrenda no se hace vida, queda vacía. Sería una entrega falsa. 

Mirando de nuevo a la Sagrada Familia, aquel primer ofrecimiento ritual culminó 12 años más tarde, de nuevo en el templo, en lo que podríamos denominar el “ofrecimiento real”. Lo encontramos en el episodio de Jesús perdido y hallado en el templo (Lc 2, 41-50). También aquí los protagonistas son los padres, que suben piadosamente a Jerusalén para presentar su hijo, ya adolescente, a Dios. Aquel ofrecimiento realizado ritualmente reclama hacerse vida. Jesús ya no es un niño y por eso toma también un papel principal: cumplir el plan de Dios, “estar en las cosas de mi Padre”. Esta expresión de Jesús manifiesta que su vocación es don de Dios, del cual los padres no pueden adueñarse. El plan de Dios para Jesús, antes oculto a sus padres, queda ahora de manifiesto. Por eso, y a pesar del desgarro interior por la sensación de pérdida del hijo, la actitud de estos cambia: pasan a un segundo plano y tratan de penetrar en el designio divino “conservándolo en su corazón” (Lc 2, 51). Este segundo momento de su ofrecimiento, posibilitará también el crecimiento del hijo “en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 52).

¿Y si mi hijo manifiesta que debe “estar en las cosas de su Padre”? ¿Y si plantea la posibilidad de ir al Seminario? Toca entonces abrir “la muralla” de la familia. El papa Francisco nos invitaba a ello hace bien poco en la exhortación apostólica Christus vivit: “El hecho es que Jesús tampoco creció en una relación cerrada y absorbente con María y José, sino que se movía gustosamente en la familia ampliada, que incluía a los parientes y amigos” (CV, 29). Como en José y María, este desgarrón primero por la separación, introduce en una relación nueva con el hijo y con la Iglesia, donde ya no sois los padres los protagonistas, sino Dios de quien viene todo don. De modo que, la ofrenda no es sinónimo de pérdida, sino de apertura a un gozo y a un don todavía mayor.  El padre de Santa Teresita lo vivió así: “¡Teresa, mi reinecita, entró ayer en el Carmelo…! Solo Dios puede exigir tal sacrificio, pero él me ayuda con tanta fuerza que, en medio de mis lágrimas, mi corazón rebosa de alegría” (Carta de San Luis Martin a la familia Nogrix. 10 de abril de 1888).

Para terminar, y como síntesis al tema desarrollado, os dejamos unas preciosas palabras de San Juan Pablo II dirigidas a vosotros: “Jesús a los doce años ya da a conocer que ha venido a cumplir la divina Voluntad. María y José le habían buscado con angustia, y en aquel momento no comprendieron la respuesta que Jesús les dio (…). ¡Qué dolor tan profundo en el corazón de los padres! ¡Cuántas madres conocen dolores semejantes! A veces porque no se entiende que un hijo joven siga la llamada de Dios (…); una llamada que los mismos padres, con su generosidad y espíritu de sacrificio, seguramente contribuyeron a suscitar. Ese dolor, ofrecido a Dios por medio de María, será después fuente de un gozo incomparable para los padres y para los hijos”.

(San Juan Pablo II. Homilía en la Santa Misa para las familias. La Paz, Bolivia. 10 de mayo de 1988)

NUEVO CANAL DE YOUTUBE DEL SEMINARIO MENOR

Hemos estrenado un nuevo canal de YouTube y, con él, una serie de vídeos dirigida a las familias y que lleva por título «Estás en casa». En ella, pretendemos tratar distintos temas relacionados con la vocación, además de dar respuesta a las preguntas que surgen en las familias en torno a la vocación de los hijos. El 10 de cada mes publicaremos un nuevo vídeo. Esperamos que os guste. Poneos cómodos. Estáis en casa

https://www.youtube.com/watch?v=g345ZRJoVX8

El próximo 10 de noviembre, primer vídeo de la serie: “¿Podemos los padres ayudar a nuestro hijo a descubrir su vocación?”