LOS DOMINGOS

Hacía tiempo que ninguna película despertaba en mí tanta curiosidad y deseo de verla. Y mis aspiraciones han quedado plenamente saciadas porque es una película absolutamente maravillosa en todos los sentidos.

¿Por qué esa curiosidad? Una película española, que trata el tema de la vocación a la vida contemplativa, escrita y dirigida por una mujer no creyente. ¿No os parece atrayente?

La directora, Alauda Ruíz de Azúa, ha compartido en varias entrevistas que tenía el anhelo de poner la mirada en un tema totalmente desconocido para ella, en el que el cine español actual no hubiera puesto su mirada, y hacerlo de un modo nuevo, desde distintas perspectivas, generando preguntas, puntos de vista, inquietudes. Lo consigue.

La historia es sencilla: Ainara, una adolescente de 17 años, está haciendo un discernimiento vocacional para ver si el Señor le llama a la vida de clausura en un convento de monjas. La protagonista vive en el seno de una familia no creyente, o al menos no practicante. La noticia de su vocación va a despertar distintas reacciones entre los miembros de su familia y entorno más cercano.

Técnicamente es espléndida, con una fotografía cuidadosamente pulida y una banda sonora grandiosa, adecuada en cada momento de la película.

El guion es extraordinario, profundo, respetuoso. Alauda consigue entrar en la psicología de cada personaje, haciéndolos cercanos, creíbles, mostrándonos sus conflictos, sin caer en tópicos facilones. Es sorprendente advertir cómo una persona no creyente puede llegar a tocar con tanta delicadeza y verdad el tema de la vocación y los distintos puntos de vista que puede suscitar en el entorno más cercano algo tan singular.

Difícilmente podría quedarme con alguno de los personajes; escojo todos. Las interpretaciones son magistrales, sin duda guiadas por una excelente dirección de actores. Las miradas, los silencios, el lenguaje no verbal… en muchas ocasiones son más elocuentes que la palabra.

Ainara, la joven protagonista, consigue transmitirnos el conflicto interior de cualquier joven actual, normal, que por un lado se encuentra en el mundo y por otro lado siente fuertemente la llamada del Señor a un amor mayor. Frente a ella, se sitúa su familia. Su padre, centrado en sí mismo y en sus propios problemas. Su tía, atea y racionalista, que no consigue entender lo que está pasando en la vida de su sobrina y está convencida de que todo es fruto de la manipulación. La abuela, que, a pesar de tener supuestamente fe, no entiende tampoco la vocación de su nieta. Los amigos, fiel reflejo de los jóvenes actuales, vacíos y sin sentido.

Frente al entorno de Ainara, se presentan los personajes religiosos que acompañan el proceso de discernimiento de su vocación. Son personajes tratados con respeto y sin caer en estereotipos vulgares. Destaca la figura de la superiora del monasterio. Podría parecer un personaje inquietante, pero al final se la muestra como una mujer puesta en su sitio, sabia y prudente. Una verdadera madre.

Durante la película es imposible no tomar partido por alguno de los puntos de vista. La directora ha afirmado en varias entrevistas que ella se sitúa en el papel de la tía. Es la visión de este mundo racionalista que no entiende cómo una chica tan joven puede decidir dejarlo todo para encerrarse en un convento a rezar. En este personaje he visto reflejados a tantos padres de jóvenes que no han aceptado la vocación de sus hijos y les han propuesto mil alternativas atrayentes, aparentemente para que conozcan otras realidades, pero en el fondo para dilatar o intentar disuadirles de su decisión.

Por todo ello os recomiendo vivamente que la veáis. Como cristianos os vais a sorprender, y más porque una historia así haya llegado a conseguir la Concha de oro en el Festival de San Sebastián. Al final, las preguntas más importantes de la vida no pasan de moda y siguen suscitando interés.

Joaquín Garrigós

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